Joaquín Penina (1905-1930)

Joaquín Penina (Vida y obra)

Penina copia.gifJoaquín Penina (1905-1930). Nació el 14 de abril de 19051​ (se desconoce la fecha exacta de su nacimiento) en Gironella, Bergadá, Barcelona, Cataluña, (España), y murió el 9 de septiembre de 1930 en Rosario, Santa Fe, (Argentina). Fue un anarquista español.

El 9 de septiembre de 1930, en las barrancas del arroyo Saladillo, en Rosario (Argentina), la dictadura de Uriburu (la primera dictadura militar argentina, entre 1930 y 1932) lo fusiló clandestinamente por orden del jefe de policía de facto de la ciudad de Rosario,  (Argentina) el teniente coronel Lebrero.2

Biografía.

Joaquín Penina era oriundo de Gironella, un pueblo de la comarca de Bergadá, provincia de Barcelona, Cataluña, (España).

Cuando llegó a Rosario,  (Argentina), en 1925, ya militaba en el Movimiento Obrero Anarquista de la FORA. Se dedicaba a la albañilería, concretamente a la colocación de mosaicos en pisos y paredes.

En Rosario,  (Argentina), la industrializada ciudad del sur provincial, el movimiento anarquista ganaba cada vez más espacios; impulsado por los obreros que llegaron de España y de Italia, un cambio radical atravesó a las estructuras sindicales incipientes y muchas de ellas estuvieron dominadas por el anarquismo hasta entrados los años cuarenta.

Se cree que el joven albañil viajó a Argentina por problemas que pudo haber tenido con la dictadura de Primo de Rivera, ya que en su región natal no eran épocas de desocupación, y ya había pasado la época de las migraciones masivas de España a Argentina. Otras investigaciones sobre su vida afirman que llegó a ese país para eludir el servicio militar obligatorio en España.

En 1924 (a los 19 años de edad), siendo ya un militante anarcosindicalista llegó a la ciudad de Buenos Aires, (Argentina). Poco después de llegar entró en contacto con los anarquistas del gremio de la construcción. Un año después, en 1925 (a los 20 años de edad) por motivos que se desconocen se trasladó a vivir a Rosario,  (Argentina) (a 300 km al noroeste de Buenos Aires). Se afilió al gremio de los albañiles y, más tarde, comenzó a militar en la Federación Obrera Local Rosarina, que nucleaba a varios sindicatos.

En 1927 conoció por primera y única vez las cárceles del sur provincial: fue detenido en medio de las protestas (mundiales) disparadas tras los asesinatos de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.

Para entonces, Penina era un activo propagandista: fue uno de los promotores de las huelgas de 1928, que paralizaron casi todas las actividades productivas y comerciales desde Villa Constitución hasta el norte de Rosario,  Santa Fe, (Argentina). Ello le ganó el respeto y el afecto de sus compañeros (Oliva, 2006, pág. 21).3

La detención de Penina.

Foto del archivo de cuando Joaquín Penina es fichado por la policía, un día antes de su asesinato.
Foto del archivo de cuando Joaquín Penina es fichado por la policía, un día antes de su asesinato.

El 6 de septiembre de 1930, el general José Félix Uriburu perpetró el primer golpe de Estado en la historia de la joven democracia argentina. En ese momento el joven albañil Joaquín Penina, de 25 años, vivía en una habitación de pensión en calle Salta nº 1581 (entre calles Presidente Roca y Paraguay).2

Poseía una biblioteca en la que convivían obras literarias con diarios y revistas políticas. El albañil catalán prestaba esos textos a sus compañeros o se los vendía a precios de ganga. Esa militancia subterránea, camuflada por una improvisada (aunque no impensada) actitud de bibliotecario, le permitió a Penina entrar en contacto con los cuadros más lúcidos o instruidos del anarquismo rosarino. Trabajó como «canillita» (vendedor de diarios) del periódico «La Protesta» y como integrante de la Guilda de Amigos del Libro oficiaba de distribuidor en Rosario,  Santa Fe, (Argentina) de literatura anarquista proveniente de España y de Buenos Aires, (Argentina).

El 7 de septiembre de 1930, un día después del golpe de Uriburu, se publicó el bando que disponía «pasar por las armas» a quienes participaran de la difusión de propaganda opositora al gobierno y a las autoridades de facto. En los meses que siguieron al golpe, y aún durante buena parte del año siguiente, comunistas y anarquistas, afiliados o dirigentes gremiales muchos de ellos, serían perseguidos, capturados, torturados en algunas ocasiones, y luego fusilados formalmente y según lo establecido por decreto.

El 9 de septiembre de 1930 Penina fue detenido de manera ilegal (sin registro escrito) junto a dos compañeros suyos, Porta y Constantini. Quizá había un cuarto detenido, de apellido González, desvinculado de toda actividad política.

Penina recibió un único cargo: la distribución de unos panfletos contra el dictador Uriburu. Le adjudicaron la autoría del panfleto y hasta la responsabilidad de imprimirlo. Penina tenía un mimeógrafo, pero estaba roto desde al menos dos meses antes del golpe.2

El fusilamiento de Penina.

Por motivos que no fueron esclarecidos (la policía no llevó ningún registro), el 11 de septiembre de 1930, la Policía libera a Porta y a Constantini. En cambio, a Joaquín Penina lo llevaron a los barrancos del río Paraná junto al Puente de Saladillo donde lo fusilaron. El Poder Judicial cómplice de la dictadura rechazó los hábeas corpus y los recursos de amparo presentados por los compañeros de Penina (Oliva, 2006, pág. 23).3

A Joaquín Penina lo sacaron de la cárcel con una ambulancia de la Asistencia Pública. Sus compañeros pudieron reconstruir el trayecto: calle Moreno, dos cuadras al este por Santa Fe, Dorrego hacia el sur varios kilómetros hasta calle Ayolas, San Martín al sur, avenida Arijón hacia el río Paraná; después de cruzar el arroyo Saladillo, tomaron un camino de tierra de Pueblo Nuevo hacia el sureste (hacia el río Paraná).

Posiblemente lo fusilaron en las barrancas del Paraná, Entre Ríos, (Argentina).4

El cuerpo de Penina nunca apareció, aunque dos años después una investigación del diario «Democracia» averiguó dónde fue sepultado como cadáver NN. Este secuestro inauguraría la tradición argentina de las desapariciones forzadas de personas, que alcanzaría su más brutal expresión en los años setenta.

Los verdugos.

Las autoridades militares que se encontraban a cargo de la Jefatura de Policía al momento del fusilamiento de Penina eran: el teniente coronel Rodolfo Lebrero es quien dio la orden, el capitán Luis Sarmiento, comandante de la quinta compañía del regimiento 11 de Infantería, fue quien comandó directamente el fusilamiento y el subteniente Jorge Rodríguez el que dirigió al pelotón y disparó el tiro de gracia a la cabeza del fusilado.

El capitán Sarmiento, que dirigió el fusilamiento, murió en un atentado en el año 1932 cuando viajaba por una ruta provincial de San Juan hacia El Marquesado. Según la investigación de Quesada, el auto del Capitán fue interceptado por dos personas que lo apuntaron con armas y le gritaron: «¡Acordate de Penina!».

Después del asesinato de Penina, su prontuario fue eliminado del Departamento de Investigaciones de la Policía de Rosario (Oliva, 2006, pág. 21).3

La investigación.

Abierta la compuerta que controlaba la dictadura, comenzaron a trascender hechos y recursos legales. En primer término nos interesa destacar una nota del corresponsal del diario «La Provincia», enviada desde Rosario, Santa Fe, (Argentina):

A raíz de la minuta de comunicación sancionada, por la que se disponía solicitar de la Asistencia Pública y de la Oficina de Defunciones, la participación que tuvieran en el sepelio de los restos del obrero Penina, ajusticiado por orden del teniente coronel Lebrero, en cumplimiento del bando del gobierno provisional, concurrió a la municipalidad un sepulturero de La Piedad, declarando que él había intervenido en la inhumación de los restos.
Nota del diario La Provincia (Santa Fe, (Argentina)), 5 de marzo de 1932

Reconocimiento.

A mediados de los años ochenta, la colectividad catalana de Rosario,  Santa Fe, (Argentina) colocó una placa en homenaje a Penina en el frente de la pensión en la que vivió poco antes de su secuestro (un altillo en calle Salta 1581). Hoy la placa no existe (Oliva, 2006, pág. 25).3

En 1995, una ordenanza del Concejo Municipal de Rosario,  Santa Fe, (Argentina) renombró a la conocida calle Regimiento Once (en la zona sur de Rosario,  Santa Fe, (Argentina)) con el nombre de Joaquín Penina. Sin embargo la calle sigue teniendo los carteles antiguos, por lo que la población aún no sabe del cambio de nombre. (Falta chequear este dato. Lo que sí puede ser verificable es que, en 1994 y a través de la ordenanza 5917, la Municipalidad de Rosario,  Santa Fe, (Argentina) renombró como «Joaquín Penina» a la brevísima cortada Graham (antes denominada «Londres»), de apenas una cuadra de extensión, en el barrio Saladillo. Se puede chequear en:

http://www.rosario.gov.ar/normativa/ver/visualExterna.do?accion=verNormativa&idNormativa=45523).

El 17 de septiembre de 1999, en el Parque Regional Sur (del Barrio Saladillo) se inauguró la plazoleta Joaquín Penina. Se instaló una placa donde nombra a Penina como «obrero ejemplar» y «hombre de paz».

Libros sobre el caso.

Cuarenta años más tarde, la historia de Penina fue reconstruida por el investigador y docente porteño Fernando Quesada (en 1974) y por el poeta y catedrático rosarino Aldo Oliva (1927-2000).5​La edición del libro de Oliva no alcanzó a ser publicada, porque la quinta y última dictadura militar argentina (1976-1983) quemó los cinco mil volúmenes.

En 2003 reapareció un único ejemplar que había sido librado de las llamas y se reeditó en 2007. Las investigaciones de Quesada fueron editadas en 1972, primeramente en la revista «Todo es Historia» y más adelante en forma de libro. Asimismo pueden consultarse los diarios «Democracia» y «La Capital» del año 1932 con respecto al debate sobre el fusilamiento.

Existe en el Archivo General del Ejército, ubicado en el barrio porteño de San Telmo, Buenos Aires, (Argentina) una actuación de Justicia Militar labrada por la detención de Penina. La misma puede ser consultada por el público investigador general, mediante solicitud de autorización al Jefe del Archivo.

Bibliografía.

  • «El asesinato de Penina», artículo del 27 de febrero de 1932 en el diario Democracia (Santa Fe).
  • Quesada, Fernando (1974). El primer anarquista fusilado en la Argentina. Buenos Aires: Destellos.
  • Quesada, Fernando (1972). Joaquín Penina. revista Todo es Historia, n.º 68.
  • Tarcus, Horacio (2007). Diccionario biográfico de la izquierda argentina. Buenos Aires: Emecé.

Referencias.

  1. a b
  2. a b c «El caso del canillita que fue fusilado», artículo de Ricardo V. Canaletti en el diario Clarín (Buenos Aires) del 26 de enero de 2006. Cita como fuente un artículo de la revista Todo es Historia, n.º 68 (Buenos Aires).
  3. a b c d Aldo Oliva: El fusilamiento de Penina. [1975]. Barcelona: Ediciones de Intervención Cultural, 2006.
  4.  Horacio Tarcus (director): Diccionario biográfico de la izquierda argentina (pág. 500), Buenos Aires: Emecé, 2007. ISBN 978-950-04-2914-6.
  5.  Quesada, Fernando (1974): El primer anarquista fusilado en la Argentina. Buenos Aires: Destellos, 1974. Ficha bibliográfica en el sitio web MercadoLibre.com.ar.

Enlaces externos.

Es usted anarquista?-Sí, soy anarquista.-¿Por qué?-Porque amo a la humanidad y a mis semejantes. Aspiro a una sociedad mejor organizada y tengo mis ideas como usted puede tener las suyas.

Después Joaquín Penina no habló más hasta el instante previo a su muerte, frente al pelotón de fusilamiento. Regía la ley marcial, dictada por el gobierno de facto del general José Félix Uriburu.

Penina era un obrero catalán, de 29 años. Vivía en una pieza de la calle Salta 1581, en Rosario. Como recuerda un artículo del número 68 de la revista Todo es Historia, en la madrugada del 9 de setiembre de 1930, despues del primer golpe militar en la Argentina, el que derrocó a Hipólito Yrigoyen, una patrulla lo fue a buscar. Penina era canillita.

En la jefatura de Policía de Rosario lo acusaron de haber impreso en un mimeógrafo un manifiesto contra Uriburu. Penina lo negó y no mentía. El mimeógrafo que dicen que usó estaba descompuesto hacía dos meses.

El primer fusilamiento de la dictadura se concretó de noche en los barrancos al lado del puente de Saladillo, sin juicio previo. Penina fue el primer anarquista ejecutado en la Argentina. El subteniente Jorge Rodríguez, a cargo del pelotón de fusilamiento, contaría: «El reo giró la cabeza hacia la izquierda, y mirando con odio al grupo que presenciaba la ejecución, y que estaba a unos quince metros de él, gritó: ¡Viva la anarquía!, con un pronunciado acento catalán».Rodríguez ordenó disparar.«Doblando las rodillas, se inclinó lentamente hacia delante, entre gemidos sordos», prosiguió Rodríguez. Como no caía, el subteniente le disparó. Pero no había dado la orden de «¡Alto el fuego!» y dos soldados más hicieron fuego también. Al darse cuenta, Rodríguez ordenó cesar los disparos. Penina cayó pecho en tierra. Temblaba. El subteniente se acercó y ejecutó el tiro de gracia pero erró. Una voz le gritó: «¡A la cabeza!». Era un capitán. Rodríguez tiró otra vez. Penina murió.

Meses después fusilaron en la Penitenciaría de Capital, a Severino Di Giovanni y a Paulino Scarfó, también anarquistas. Podría decirse que Penina fue asesinado. La ley marcial es ilegal para la Argentina pues la Constitución opta por el estado de sitio. El Código de Justicia Militar tiene unas 50 previsiones sobre la pena de muerte. Como la pena de muerte también es inconstitucional, el planteo sería qué sentido tienen esas disposiciones. En algunos casos no se trata de pena de muerte sino de medidas de freno o límite directo e inmediato que se justifican en situaciones de terrible necesidad, como puede darse en la guerra o en un desastre. Es decir, estas disposiciones son como estados de necesidad que justifican aplicar la violencia necesaria. Por ejemplo, cuando en el bando militar se haya advertido sobre la muerte y el saqueador o violador o incendiario fuese sorprendido en flagrancia y no se entregue al primer aviso, o que dispare contra la autoridad. Ahora, si en guerra y en zona de operaciones, al criminal incendiario, violador o saqueador sólo puede disparársele en esas condiciones, significa que fuera de esos casos no se puede disparar a nadie en la vida ordinaria. Pero interpretadas a su antojo, estas normas originaron abusos que nada tienen que ver con el estado de necesidad.

Fueron la excusa para ejecutar sin proceso legal como las que realizó el régimen de Uriburu en 1930 y 1931. A Penina no se lo procesó, no se le designó jueces, no se le permitió defensa, no se le notificó sentencia de muerte. No le encontraron explosivos, no tenía armas ni cometió delito alguno. Al catalán lo asesinaron. Los fusilamientos de 1956 de la Revolución Libertadora fueron dispuestos por el Poder Ejecutivo desconociendo lo resuelto por los consejos de guerra, que no impusieron penas de muerte.

El derecho penal militar tiene como base el Código de Justicia Militar. De este derecho se ha dicho que es administrativo. Si fuera así, en la Argentina podría aplicar la pena de muerte un funcionario del gobierno. El derecho penal militar no es administrativo. Se dice así para justificar los consejos de guerra, que son inconstitucionales pues están integrados por funcionarios dependientes del poder ejecutivo y no del judicial.

En fin, el derecho penal militar es derecho penal. Lo que también viola todas las garantías constitucionales es el procedimiento militar. La razón es que limita el derecho de defensa: el soldado argentino en tiempos de paz tiene menos defensa que el prisionero enemigo en tiempos de guerra.

El Código de Justicia Militar vigente fue sancionado en 1951 sobre un proyecto del Ejecutivo. Contenía algunas disposiciones acerca del sometimiento de civiles a consejos de guerra, creando una especie de justicia penal paralela. Pero fueron derogadas por ley 23.049. Igual, la dictadura de 1976 sometió a civiles a consejos de guerra fuera de las previsiones de su propio Código Militar.

 

Memoria del Barrio Saladillo – Joaquín Penina

 

Joaquin Penina (1905-1930) Dictadura No!

Extracto del documental «Hombres de Ideas Avanzadas» «…Pueblo, no nos importa quien eres, siendo un sufrido eres el pueblo. Es inútil que te digamos que la mezquina libertad que gozabas, la acabas de perder. Tu sabes esto o deberías saberlo. El militarismo, esa plaga funesta de todos los pueblos, cabalga como una bestia sin fuerza sobre tu lomo pueblo. La huelga general es tu único recurso! Defíendete pueblo! Ha caído un tirano que no se atrevió a quitarte esa poca libertad que gozábas. Religión, explotación y militarismo son un solo monstruo que te ha dejado sin un átomo de aquella. Dictadura quiere decir no tener derecho a pensar ni a comer. Sea blanca o roja la dictadura es la negación de todos los derechos para el pueblo, especialmente para el proletariado…» Esto decían los panfletos que Penina había redactado contra la dictadura de Úriburu. El 9 de septiembre de 1930 el albañil fue detenido y fusilado al día siguiente, su cuerpo nunca fue encontrado. Hoy se le recuerda como el primer desaparecido de la Argentina. Según un folleto editado en 1932 por el comité pro presos y deportados de la F.O.R.A. esto dijo durante su interrogatorio: «- ¿Es usted anarquista? – Sí, soy anarquista. – ¿Por qué? – Porque amo a la humanidad y a mis semejantes. Aspiro a una sociedad mejor organizada y tengo mis ideas…» El jefe de pelotón de fusilamientos fue el subteniente Jorge Rodríguez años después contó cómo se llevó a cabo el crimen y los últimos momentos de vida de Penina. «…Fue bajado del camión y sintió el ruido de las cargas de las pistolas. Entonces yo, que lo tenía a un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro y rápidamente comprender. Dio un medio paso atrás y le ví morderse el labio inferior como si prefiriera sentir el dolor de su carne más no el temor. Yo iba detrás. Desde que lo había visto bajar, en mi frente y en mis ojos sentía que se había posado un velo de extrañeza y de irrealidad. No quise prolongar la valiente agonía de ese hombre. Ordené: ¡Apunten! Entonces el reo giró la cabeza hacia la izquierda y mirando con odio al grupo que presenciaba, gritó: “–¡Viva la anarquía! –su voz era templada, yo no ví temor. «¡Fuego! –ordené, sin ver ya nada. Tres tiros». Después de describir cómo le dio en la cabeza él mismo con el tiro de gracia, agregó el subteniente: «Todos nos acercamos hasta donde estaba el cadáver y alguien dijo: ‘Fue un valiente hasta el último momento…» Joaquin Penina tenía 29 años cuando fue detenido, torturado, fusilado y desaparecido

 

Los trabajos y los días: Penina, el primer desaparecido (capítulo completo) – Canal Encuentro

Joaquín Penina era catalán y anarquista. Fue impulsor de las huelgas obreras de 1928. Poco tiempo después del golpe de Uriburu, fue retenido ilegalmente, desaparecido y fusilado por el ejército en las barrancas del Paraná. Esta es la historia del primer desaparecido de la historia argentina.

 

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